lunes, 11 de febrero de 2008

TANTOR: un elefante perdido

El jazz-rock es un género que ha dado montones de discos plagados de autoindulgencias varias y monotonías soporíferas. En el ámbito internacional, se cuentan de a poco aquéllos discos de jazz-rock (o fusión) que pueden ser considerados realmente geniales: los fundacionales “In A Silent Way”-“Bitches Brew”-“Tribute to Jack Johnson” de Miles Davis junto a “Emergency!” de Lifetime, los de la primera etapa de Herbie Hancock (el sexteto), la primer formación de Mahavishnu Orchestra, los ya míticos Weather Report o ese excepcional disco que es “Spectrum” de Billy Cobham.

En la movida rockera de Argentina, el jazz-rock comenzó a ser una influencia fuerte a finales de la década del 70’, curiosamente un momento en donde el mundo vivía el gran apogeo de la new-wave y el punk, estilos radicalmente opuestos al jazz-rock pero que recién traerían secuelas en la Argentina de comienzos de los 80’.
A mí nunca me gusto la manera en que los músicos argentinos tomaron la influencia del jazz-rock: vaya el ejemplo de Luis Alberto Spinetta, que a partir de su unión con el teclista Rapoport comenzó a tener un sonido realmente soporífero (que me perdonen los numerosos fans de Spinetta Jade, es mi opinión) o la forma que lo canalizó Seru Girán a través del famoso bajo copia-Pastorius por parte de Pedro Aznar.

Y encima, por entonces, los supuestamente célebres Madre Atómica de Lito Epumer, pioneros del género en Argentina, aún no habían podido editar ni un disco.
Así que el panorama parece muy negativo, pero como en todo hay excepciones. En este caso, una gran excepción: Tantor.

El origen de Tantor debe rastrearse hacia 1976 y 1977, cuando el guitarrista Héctor Starc se encontraba en España junto a ese gran grupo de rock argentino que fue Aquelarre, del cuál también formaba parte el baterista Rodolfo García, partícipe esencial de esta historia. Starc escribía música y le enviaba por correo las partituras al ex – Invisible “Machi” Rufino para que se encargara de las líneas de bajo.

Una vez disuelto Aquelarre, el proyecto entre Starc, Machi y García fue tomando forma en Buenos Aires hasta convertirse definitivamente en Tantor durante el año 1979.

El Trío incorporó luego al muy joven tecladista Leo Sujatovich y encararon la grabación del primer álbum, que contó también con Lito Vitale en teclados como invitado.

Y así estamos entonces ante el mejor disco de jazz-rock hecho en Argentina.
Repasando el disco, que lamentablemente no tiene ninguna reedición en CD, nos encontramos con una música de gran potencia, tocada con ganas, virtuosismo y energía. Todos los temas son de Héctor Starc que se desempeña de manera increíble en la guitarra, combinando el swing del jazz con feroces solos de rock. La base rítmica de Machi y Rodolfo García es sólida y efectiva, sin alardes de ningún tipo. El trabajo de Sujatovich y Vitale en las teclas es brillante. De los siete temas que conforman el álbum dos son cantados por Machi, con letras de Spinetta (“Llama siempre” y “El sol de la pobreza”). “Tantor” fue grabado en tiempo record, de manera muy espontánea (se utilizaron las primeras tomas como masters) lo cuál explica gran parte de la fuerza expresiva del disco. Es difícil elegir algún tema sobre otro, todos son excepcionales, desde el impactante comienzo de “Guarreras club” hasta el vertiginoso cierre con “Carrera de chanchos”.

Lamentablemente el álbum no anduvo bien en lo comercial (Starc diría luego que la música instrumental en Argentina no funciona) y ya en 1980 comenzaron los problemas: se fue Machi y Rodolfo García estaba muy ocupado con la reunión de Almendra.

Sujatovich ocupaba gran parte de su tiempo acompañando a cantantes como Palito Ortega y Starc trabajaba como sonidista. Las consecuencias de todo esto era que Tantor estaba parado. Recién en 1981 comenzó la idea de reflotar al grupo. Ahora con Babú Cerviño en teclados y voces y Marcelo Torres en bajo. Pero esta vez los resultados musicales estuvieron, lamentablemente, muy lejos del primer gran LP, tal como podemos oír en “Mágico y natural”, la segunda placa editada en 1982 (aún recuerdo la desilusión que me llevé al comprar este disco). Tantor estuvo presente en el festival Buenos Aires Rock de 1982 y al año siguiente se separaron sin pena ni gloria. Atrás, queda el mejor álbum de jazz-rock grabado en nuestra tierra, lo que no es poca cosa. Y la música que contiene sigue sonando fresca y vital pese a los 29 años transcurridos.

Esperemos que algún día alguien vinculado a las discográficas tenga la buena idea de reeditarlo en CD.

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