sábado, 15 de marzo de 2008

El sueño de Monk (I)

La llegada de Thelonious Monk a Columbia a fines de 1962 significo su definitiva consagración en el mundo de jazz, al menos en términos de aceptación masiva y mayor popularidad. Ocurre que el genio de Monk, pese a llevar por entonces casi tres décadas en la música, ser uno de los gestores del be-bop en la década del 40’ y haber deslumbrado con un cuerpo de composiciones que devinieron prácticamente todas en clásicos inmediatos, aún no era merecedor de un mayor reconocimiento.

Durante la segunda mitad de la década del 50’ había grabado un buen número de discos para el sello Riverside, liderado un cuarteto por varios meses en el Café Five Spot (que incluyó a John Coltrane y luego a Johnny Griffin en el saxo tenor) y ya hacia el comienzo de la nueva década del 60’ llegaron las giras por Europa con el cuarteto que incluía al saxofonista tenor Charlie Rouse (su socio fundamental para la etapa en Columbia).

Toda esa actividad fue abriendo las orejas y la cabeza de los que aún lo ignoraban. Lo cierto es que Monk fue recibido de manera muy celebrada en Columbia como “uno de los grandes compositores de jazz junto a Duke Ellington”. Entraba sin duda al panteón de las grandes celebridades del género, famosas y que ganaban mucho dinero: Miles Davis, Dave Brubeck y por cierto, justamente, Duke Ellington.

Muchos dicen que la mejor época de Monk fue en Riverside. Es cuestión de gustos. Yo, por ejemplo, prefiero justamente todas sus grabaciones para los “imperialistas” de Columbia que los discos Riverside, aunque lo hecho en este último sello por cierto que me gusta y mucho.
Pero el cuarteto de Monk en Columbia fue otra cosa. No sé por qué, tal vez haya incidido el famoso productor Teo Macero, pero lo cierto es que me fascina el sonido mas luminoso, esa manera tan extrañamente divertida y bizarra de swinguear que el conjunto metió en sus discos para el sello.

Monk al piano, en esta época, se convirtió en un ser de otro planeta. Como dice el excelente crítico Diego Fischerman, fue construyendo, a lo largo de su carrera, una forma de tocar cada vez “peor”. Es que la tensión constante y contradictoria entre su mano izquierda ligada al estilo stride y la tradición frente a su mano derecha, llena de modernidad, figuras raras, ultra-oscas y disonantes generan un efecto perturbador al oyente. Recuerdo que un amigo, cuando escuchábamos a Monk, me decía “que geniales esos mamarrachos que hace al piano”. Y efectivamente, se trata de geniales “mamarrachos” que contradecían toda técnica posible y alteraba a muchos estudiantes de conservatorio. Es lógico, creo que el gran pianista y compositor de música clásica contemporánea Gerardo Gandini se refirió a esa cuestión, señalando el trastorno que significa luego de estudiar aplicadamente un montón de años, que venga un tipo y haga al piano esas cosas que enciman suenan geniales…rompiendo toda lógica.

Entonces, Monk en Columbia fue la exaltación de todas esas raras virtudes hasta el límite de lo posible. A fines de 1962, al cuarteto lo integraban, aparte de Monk y Rouse, John Ore al contrabajo y Frankie Dunlop a la batería. La interacción entre todos era deslumbrante, ya que llevaban un par de años tocando juntos. Las sesiones para el disco “Monk’s Dream” fueron apabullantes. Se trata de mi álbum favorito de Monk y uno de los primeros de jazz que escuché, lo que le da la suficiente mística y justificación como para que me haya gastado una buena suma de dinero en que me traigan la edición remasterizada a 24-bit y bonus tracks importada de Usa ya que aquí, en Argentina, es caprichosamente uno de los pocos de Thelonious en Columbia que falta en edición nacional. Como decía, “Monk’s Dream” tiene un swing apabullante de comienzo a fin, ideas en apariencia simples pero de una contundencia tal que dejan sin aliento. Ninguna de las composiciones son nuevas, ya que Monk es de esos artistas que, como Piazzolla, tienen un cuerpo de grandes composiciones que tocan una y otra vez en diferentes contextos. Y nunca es una repetición, ya que en cada tratamiento parecen recobrar una nueva vida. Por cierto, alternando con algunos nuevos temas que iba escribiendo sobre la marcha. Esta es una manera de trabajo que Monk venía haciendo desde los tiempos de Riverside y que permanecerá en Columbia.

A comienzos de 1963 se dan las sesiones del segundo disco, “Criss Cross”, que sigue en la misma línea del anterior aunque a mí me impacta un poco menos. Se hace necesario remarcar de una buena vez que Charlie Rouse es el sonido ideal para acompañar a Monk. Alguna vez Miles Davis dijo que Monk solo sonaba bien con Rouse, Coltrane y Rollins, lo cual puede ser cierto. Producto de los amplios espacios que la música de Monk deja para un saxofonista, y por su carácter lindante con lo bizarro, yo a veces fantaseo que Eric Dolphy hubiese sonado extraordinario con Monk, pero en fin, es solo una expresión de deseos de imposible realización. Me queda al menos la sublime versión de “Espitrophy” que Dolphy tiene en sus disco “Last Date”. Y más que nada, el “aire a Monk” que tienen muchos de los pasajes del ultra-genial “Out To Lunch!”.

Luego de las sesiones de “Criss Cross”, hay cambios en el cuarteto: John Ore es reemplazado por Butch Warren. Una gira los lleva hasta Japón, de donde Columbia editó un álbum grabado en vivo en Tokio. Luego actúan en el célebre festival de Newport, oportunidad en que el clarinetista Pee Wee Russell se agrega al conjunto en un par de temas, con resultados notables. Este concierto fue editado en un doble CD junto a un concierto de Miles Davis también en Newport del año 1958, con el engañoso título de “Miles & Monk en Newport” lo que hacía pensar al distraído que se trataba de un evento en conjunto, como había ocurrido en 1954 cuando Monk acompañó a Miles en la histórica interpretación de “Round Midnight” que lanzó al trompetista a la fama. Finalmente, hace unos años atrás, Columbia editó el de Monk por separado.

John Ore vuelve al cuarteto por un tiempo, para volver a ser reemplazado por Warren en el gran evento del final de 1963: el concierto de Monk con orquesta en el Lincoln Center Philharmonic Hall de New York. Thelonious ya había trabajado con Big Band durante su etapa Riverside, y a los productores de Columbia seguramente les gusto la idea de repetir la experiencia y grabarla. Fue editado como “Big Band and Quartet in Concert”, años después ampliado para su edición en CD. Aquí se puede oír, a mi gusto, la mejor versión de “misterioso” que se haya hecho, y en cuarteto. Los temas arreglados para orquesta fueron notables, con grandes desempeños de Thad Jones en trompeta. Sin embargo, desde mi punto de vista, la mejor experiencia de Monk con Big Band fue unos años después, en la gira europea de 1967. Hay que aclarar que se trata de ambos casos de orquestas pequeñas, de 9 a 10 músicos. Se pueden ver los ensayos de la orquesta de 1967 en el extraordinario film “Straigth, No Chaser”, documental de Monk montado por Clint Eastwood.

En 1964, con el baterista Ben Riley en reemplazo de Frankie Dunlop, Monk vuelve a los estudios de Columbia para registrar “It’s Monk’s Time”, que sería su mejor disco en el sello después de “Monk’s Dream”. Para ese entonces el cuarteto tenía un estilo algo mas libre. Las “cosas raras” que el pianista hace junto a Rouse en temas como “Brake Shake” y “Stuffy Turkey” son de antología. El disco comienza con “Lulu’s Back in Town” con Monk solo al piano desarrollando su estilo stride para luego sumarse todo el grupo. También contiene una extraordinaria versión solo al piano de “Memories of You”. En esas fechas, la popularidad de Monk era tal que llegó a ser tapa de la revista “Time”, privilegio que solo unos pocos músicos de jazz habían obtenido.

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